La canción, segundo sencillo del álbum «Alta Suciedad» (1997), cuenta los sentimientos tumultuosos de Calamaro hacia su musa, Mónica García.
La relación de Andrés con Mónica comenzó en secreto, en 1992, y luego se convirtió en una leyenda en el mundo del rock argentino ya que no solo fue su esposa, sino también su confidente y su manager.
Aunque los detalles sobre su encuentro con el músico son escasos, su matrimonio clandestino en España y su papel como colaboradora y amante de Calamaro la convirtieron en una figura central en su mundo.
Sin embargo, la estabilidad de su relación con Mónica se vio amenazada por la presencia de Charly García, amigo y colega de Calamaro.
Charly y Mónica empezaron a trabajar juntos y eso generó rumores de un posible romance, lo que desató la ira y los celos Andrés.
El libro “Quién es la Chica: Las musas que inspiraron las grandes canciones del rock argentino” arroja luz sobre la enigmática figura de Mónica García, describiéndola como una presencia elusiva y misteriosa que dejó una profunda huella en la vida y la obra de Calamaro.
