Hace poco surgió la noticia que la docente de inteligencia artificial Zoe estaría presente en escuelas de Santa Fe, el gobierno nacional lo impulsa en todo el país.
Casi simultáneamente el especialista en IA Daniel Stilerman dijo en un diario nacional: Sin electricidad y sin un plato de comida, la IA no tiene sentido. A nivel educativo una de las grandes promesas de la IA es que a cada persona que lo necesítele va a dar la posibilidad de generar un tutor, una maestra o un profesor que le permita aprender a una velocidad adaptable a sus capacidades y necesidades. Ese futuro puede darse dentro de pocos años.
Ahora surgen varios interrogantes: ¿Las instituciones educativas están preparadas para semejante cambio? ¿Habrá acompañamiento institucional a los docentes o será un arréglense como puedan, tal cual pasó en pandemia?
Un reciente estudio de la UNESCO marcó que la mayoría de las Universidades e instituciones de educación superior carecen de un marco normativo sobre el uso de IA y mucho menos se ha trabajado la comprensión crítica, el razonamiento lógico y las implicancias éticas del uso de la IA en educación.
Analicemos un poco porque es un tema con varias aristas. Una sin dudas es el trabajo docente, si Zoe será un tutor educativo o algo así, sin dudas impactará en la cantidad y calidad del trabajo docente. ¿Cómo se compatibiliza el trabajo en el aula con Zoe? ¿Qué otros docentes quedarán mirando (y sin trabajo) lo que hace una plataforma global?
Escuchando a las directoras de Villa Cañás, uno de los primeros lugares donde se aplicará Zoe, noto que ellas plantean que no tienen acceso al intercambio que los estudiantes tendrán con la “tutora”. Es difícil entender, entonces, como se complementará el trabajo en el aula.
Otro de los interrogantes es la cantidad de horas que los niños y jóvenes deben pasar frente a pantallas. Ya hay numerosos estudios que alertan sobre la ansiedad, las dificultades en salud física y metal que producen, sobre todo en niños y adolescentes en formación, estas horas y horas de pantallas. Y ni hablar de las adicciones y sitios virtuales peligrosos cuando no hay un control adulto adecuado.
Vayamos al campo de la geopolítica, pocas veces tenido en cuenta. Yanis Varoufakis nos alerta que el tecnofeudalismo podría ser el sigiloso sucesor del capitalismo globalizado.
Grafiquemos, en una película se simula una reunión de superhéroes donde Aquaman le pregunta a Batman: ¿cuál era entonces tu superpoder? Soy rico, responde Batman. El acceso asimétrico a recursos convierte a los ricos en poderosos y hoy eso sucede con los dueños de las plataformas. El capital en la nube influye en todos los ámbitos y lugares. Y vaya si la educación es una herramienta fenomenal, histórica, para expandir poder, ideas y cultura. Ya sabemos que la educación es fundamentalmente la transmisión intergeneracional de la cultura, nada más y nada menos que eso.
Alexa es una tecnología de asistente virtual para el hogar, aparentemente preparada para aceptar y ejecutar tus órdenes. Pero también es un minúsculo engranaje en una vasta red de poder basada en la nube, en la que somos un juguete para unas fuerzas que escapan a nuestra comprensión o control. Mientras usamos nuestro teléfono, hacemos cosas en casa, Alexa escucha, observa y aprende nuestras preferencias y hábitos, se llena de nuestros datos y los analiza. En poco tiempo puede guiar nuestras elecciones y consumos ¿Será Zoe en educación un equivalente a Alexa y qué poder adquirirá? Imaginemos un futuro cercano de esas características. Si no nos preparamos con leyes y reglamentación adecuada para afrontarlo perderemos, como dice Carlos del Frade, soberanía de nuestras cabezas.