VAPEAR NO ES INOCUO, LOS RIESGOS QUE NO DEBEMOS SUBESTIMAR

En los últimos años, el uso de cigarrillos electrónicos, también conocidos como vapes, se ha expandido con una velocidad alarmante, especialmente entre los adolescentes y jóvenes. Hablemos un poco sobre los riesgos reales que implica esta nueva forma de consumo de nicotina y otras sustancias. Habitualmente se presenta al vapeo como una alternativa «más segura» que el cigarrillo tradicional. Incluso se promociona como una herramienta para dejar de fumar. Sin embargo, la evidencia científica nos muestra que estamos frente a un nuevo desafío sanitario, cuyo impacto todavía no logramos dimensionar completamente. 

Diversas investigaciones científicas de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y publicaciones en revistas científicas de gran prestigio han señalado riesgos concretos para la salud vinculados al uso de cigarrillos electrónicos: Impacto en la salud mental: La nicotina no solo genera adicción, sino que también se asocia a mayores niveles de ansiedad, trastornos del sueño y síntomas depresivos en adolescentes. Además, su uso frecuente interfiere con el rendimiento escolar y la concentración. 

Efectos cardiovasculares: Hay evidencia de que el vapeo aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca, así como el estrés oxidativo, lo que se traduce en un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluso en personas jóvenes. 

Dependencia a la nicotina: La mayoría de los líquidos de vapeo contienen nicotina, una sustancia altamente adictiva que afecta el desarrollo del cerebro en adolescentes. La exposición temprana a la nicotina altera los circuitos de recompensa, genera dependencia y puede facilitar la transición posterior al cigarrillo tradicional. De hecho, diversos estudios longitudinales han mostrado que jóvenes que comienzan vapeando tienen entre 3 y 7 veces más probabilidades de comenzar a fumar tabaco. Los vapeadores contienen metales pesados (plomo, níquel y cadmio), que irritan las vías respiratorias y pueden producir enfermedades pulmonares. Casos como el brote de EVALI (lesión pulmonar asociada al uso de cigarrillos electrónicos) (E-cigarette, or Vaping, product use Associated Lung Injury) registrado en EE.UU. en 2019, que causó cientos de internaciones y varias muertes, muestran que los riesgos no son teóricos. 

Riesgo de intoxicaciones y quemaduras: Los líquidos saborizados, que suelen presentarse en envases atractivos, coloridos y con aromas frutales o dulces, son 

una fuente frecuente de intoxicaciones accidentales en niños pequeños. También se han registrado explosiones de baterías defectuosas con lesiones severas. 

Preocupa especialmente el rol del cigarrillo electrónico como puerta de entrada al consumo de tabaco convencional y otras sustancias. Lejos de ser un método eficaz para dejar de fumar, en muchos casos el cigarrillo electrónico representa el inicio de una trayectoria de consumo que se expande hacia otras sustancias, incluyendo cannabis, psicofármacos y alcohol. La etapa adolescente, en la que se forma el juicio crítico y se desarrollan circuitos cerebrales claves para la toma de decisiones, es especialmente vulnerable a los efectos de la nicotina. Esta sustancia no solo genera una rápida dependencia física y psicológica, sino que también actúa alterando la neuroplasticidad, favoreciendo patrones de búsqueda de recompensa que pueden facilitar la experimentación con otras drogas. A esto se suma la banalización del riesgo, promovida por una industria que disfraza un producto adictivo con sabores frutales, estéticas atractivas y dispositivos que parecen inofensivos. El resultado es una falsa sensación de seguridad entre los jóvenes y una subestimación por parte de los adultos, lo que retrasa o impide la intervención preventiva. Frente a esta realidad, debemos comprender que el vapeo no es solo una conducta aislada, sino muchas veces el primer eslabón de una cadena que puede conducir a daños severos a la salud, al abandono escolar, al deterioro de vínculos familiares y, en casos extremos, al desarrollo de cuadros de adicción complejos. Como sociedad, debemos saber todos estos aspectos. No podemos ignorar que estamos frente a un producto diseñado estratégicamente para captar a nuevas generaciones de consumidores. En este sentido, los dispositivos de vapeo representan una reconfiguración de la vieja estrategia de las tabacaleras: enganchar temprano para garantizar a largo plazo. Debemos apostar fuertemente a la educación y concientización de nuestras juventudes. Desde las escuelas, los centros de salud, los clubes y organizaciones comunitarias, tenemos que construir información clara sobre los riesgos del vapeo. No basta con prohibir: necesitamos informar, formar y escuchar. El vapeo no es un juego. No es una moda pasajera ni una alternativa saludable. Es una nueva forma de adicción que amenaza con retroceder décadas de avances en la lucha contra el tabaquismo. Como sociedad, debemos comprometernos con una cultura del cuidado que ponga la salud, especialmente la de nuestras juventudes, en el centro. Porque no se trata sólo de evitar una enfermedad, se trata de garantizarles a nuestros jóvenes la posibilidad de crecer libres, conscientes y con proyectos de vida. Ese es el futuro que merecen. Y ese es el presente que debemos construir, entre todas y todos.

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