De los 32 futbolistas que jugaron el sábado, solo 11 son surgidos en las inferiores.
Dos hinchas comparten el café matutino en su habitual mesa dominical en El Lido. Antes que lleguen los otros parroquianos, se meten en el túnel del tiempo para evaluar el clásico. Coinciden en recordar aquellos equipos integrados casi en totalidad por jugadores surgidos de las canteras propias. Por eso concluyen que la pertenencia es un combustible decisivo a la hora de competir. Y por eso cuestionan la supuesta falta de entrega por parte de los futbolistas de otros lares.
El hombre canalla dice: “Nosotros de arranque tuvimos cuatro que hicieron inferiores en Central. Fatu Broun, Ruben, Gómez y O’Connor. Un tercio”.
El compañero enseguida suma lo de su Newell’s: “Y nosotros peor. Tuvimos dos leprosos: Banega y Panchito González”.
Como dato complementario se puede aportar que los diez cambios realizados también reflejan esa tendencia, porque ingresaron Lovera, Giaccone, Ortiz, Calderara y Silvetti.
Es decir de los 32 jugadores que compitieron este sábado en el Gigante, solo 11 son surgidos de las inferiores.
Hay una corriente en el análisis que refiere al plus actitudinal en aquellos jugadores surgidos en los clubes propios, y refieren a la pertenencia. Esto va más allá del profesionalismo, tiene que ver con el sentir, coinciden en decir psicólogos deportivos.
“Para mí es especial ganar el clásico porque nací en este club”, dijo Broun en la previa. A su turno Méndez afirmó: “Sabemos de la importancia que tiene este partido para la gente».
Sin dudas que hay una diferencia desde lo sentimental, desde la identidad. Pero no implica falta de compromiso de aquellos que son de afuera.
Porque también están los jugadores que interpretan mejor la idiosincrasia del rosarino, como en la actualidad es el caso de Ignacio Malcorra, que fue determinante en los tres últimos clásicos.
En un país como Argentina el fútbol es una de las expresiones culturales más auténticas por la pasión que representa. Los sentimientos movilizan de manera incondicional, más allá de los tantos aspectos que atentan contra ese sentir popular. Y en ese contexto, los clásicos son la máxima expresión de esa pertenencia pasional. Desaforada, auténtica, incomprensible y extraordinaria a la vez.
En Rosario está la mejor expresión de un clásico porque se trata de la máxima concentración en una ciudad. Es por eso que cuánto más pertenencia haya dentro del campo, mejor representada estará esa esencia. Algo que últimamente sólo está en apenas un tercio. Por eso los dos amigos del café El Lido recordaron aquellos clásicos. Reflejando a la vez las actuales políticas deportivas de Newell’s y Central. Las que promueven poco e incorporan mucho. Pero la calidad no aparece.
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