Desde la tradición de las novelas policiales se piensa que muchas veces los enigmas más intrincados se pueden esclarecer gracias a la aparición de algún testigo que brinde una declaración reveladora. Porque la persona que aparece a declarar estuvo, sin ser vista, en el lugar de los hechos; porque encontró algún objeto que aclara qué pudo haber ocurrido o también porque conociendo a quienes estuvieron involucrados, aporta una mirada sobre las reales motivaciones que pudo tener una conducta. Los nuevos aportes que incorpora un testigo pueden ser muy variados.
Cuando todos los elementos para la resolución de un crimen apuntan a un sospechoso, la necesidad de superar la tensión del misterio consolida lo que parece ser la única manera de ver las cosas, aunque no todas las piezas encajen. Irrumpiendo en esa aparente certidumbre que genera lo que podía parecer claro, surge una aparición, alguien que con una versión de algo visto u oído que no se conocía, que hace ver las cosas desde otra perspectiva. Quien parecía indefectiblemente culpable se revela como inocente, y las explicaciones que se desvanecen como un castillo imaginario que se derrumba.
En la novela de Agatha Christie Murder in Retrospect (conocida en nuestro medio por título Los cinco cerditos), el detective Poirot retoma un caso ya cerrado, por encargo de la hija de quien fue declarada culpable, y se sumerge en el universo de los testimonios para terminar reconstruyendo artesanalmente una nueva verdad de lo ocurrido.
El mundo y las variantes de los testimonios son una faceta de todos los días en la actividad forense y tribunalicia. Para abogados y fiscales constituye uno de los puntos determinantes de su estrategia probatoria. Desde el inicio de la construcción de un caso, se analizan las pruebas posibles, entre las que los testimonios ocupan un lugar relevante.
En la provincia de Santa Fe, desde 2014 se desarrollan audiencias orales en materia penal con la entrada en vigencia del nuevo sistema procesal penal. En la materia civil y comercial también desde 2018 rige un protocolo de oralidad para la prueba. En la materia de familia, es de la tarea diaria que se reciban declaraciones en las múltiples audiencias que se llevan a diario. Es decir, la realidad de los casos de todas las materias tienen a la prueba de testigos como aspecto relevante en el diseño de su estrategia.
Cuando alguien es citado a declarar y recibe la notificación del día de la audiencia a la que tiene que concurrir, el formalismo y cierta solemnidad invaden su vida. Presentarse a brindar una declaración testimonial en una investigación o proceso judicial es obligatorio. Eso ya supone una alteración de la rutina cotidiana y la necesidad de organizar de otro modo la actividad laboral y familiar.
Luego llega indefectiblemente el rito del día de la declaración, teniendo que asistir al edificio en que se desarrolla el juicio -civil o penal- en el que el ciudadano o la ciudadana se encuentran en la trama de la arquitectura judicial en la que, paradójicamente, cuesta encontrar los lugares. Hay testigos que todo este circuito previo a la declaración lo sobrellevan con tranquilidad, como un trámite más. Sin embargo, la mayoría lo toman con el nerviosismo propio de tener que estar en medio de una audiencia que es videograbada, conversando directamente con el juez, abogados y fiscales, sumando a ello, la obligación legal de decir la verdad, bajo las penas que en caso contrario acarrea el falso testimonio.
Una nota de relevancia que tienen las declaraciones testimoniales la constituyen las múltiples variantes del modo de preguntar, de insistir en el interrogatorio sobre aspectos que pueden no resultar claros, de desentrañar las dudas o inconsistencias que puedan surgir del recuerdo de alguna percepción ya lejana. La declaración testimonial, en su resultado, es objeto de complejas interpretaciones para medir si algo que el testigo recordó se corresponde con la realidad.
El mundo de la dinámica de la prueba testimonial, de la sorpresa y de la contingencia de su desarrollo lo refleja inmejorablemente la película “Testigo de cargo” (“Witness for the Prosecution”), que en definitiva entraña una crítica aguda a la relatividad de los testimonios y a cómo los procesos, y aún los sistemas judiciales, por su intermedio se vuelven inestables. No es una película fácil de hallar, pero por su desarrollo, y por su operístico final, vale la pena buscarla.
Hay dos notas que no se pueden dejar de mencionar al pensar hoy en día en la “realidad” de los testimonios. Por un lado están los contextos que dificultan las declaraciones. En materia criminal, existen entramados criminales en sectores de las ciudades que hacen que los testigos sientan desprotección y amenazas ciertas si acuden a declarar en contra de los que lo que puede constituir una actividad criminal. Allí hay un desafío para el Estado sobre cómo garantizar esas posibilidades. En muchas ocasiones las garantías y las condiciones las brindan las organizaciones sociales que apoyan el esclarecimiento de ciertos hechos, construyendo una red de apoyos para que los testigos se sientan comprometidos y a la vez apoyados.
Otra nota de los últimos tiempos es que ha naturalizado la presencia apabullante en el ámbito público y privado de cámaras y distintos sistemas de registros digitales que toman filmaciones de lo que sucede. Los videos, con todas las secuencias imaginables e inimaginables también, son el combustible que alimenta frenéticamente las redes sociales. Su credibilidad, hasta hace poco tiempo fuera de discusión, desplaza las inconsistencias, olvidos y prejuicios que puedan teñir una declaración testimonial. Sin embargo, los testimonios siguen siendo el aporte que puede dar explicación a las motivaciones humanas.
Con todo, como ahora también la inteligencia artificial puede comprometer la veracidad de lo que se proyecta en un video, retornan los testigos a darnos una ayuda para la reconstrucción confiable del pasado, como tabla de náufrago.