Si no hay plata, la vieja y la nueva política serán iguales 

La matriz política que gobernó al país en los últimos 40 años está en crisis porque no pudo, no supo o no priorizó resolver las necesidades de la sociedad. Es más, por impericia, desidia o corrupción, agravaron el contexto socioeconómico. Por esto, una gran parte de la clase dirigente sucumbieron por la pérdida total de credibilidad. Situación que provocó la irrupción de una manera distinta de hacer política, camuflada como antipolitica, pero con otras formas. Más frontal, pero también innecesariamente violenta. Y con outsiders que lejos de optimizar la representación, la precarizaron. Porque muchos de los arribistas son obscenamente transparentes: carecen de todo tipo de preparación.

Así, entre lo viejo y lo nuevo, la decepción y el hartazgo empiezan a prevalecer en el humor social, porque si algo es determinante para la sociedad es la economía. 

La diaria. La que hace a la economía doméstica. La que gravita. Más allá de que las explicaciones pongan en valor la configuración de una mejoría. La que todavía no llega a los sectores que hacen a la base piramidal. Porque no hay plata. Y sin plata no hay subsistencia.

Los argentinos dejaron en claro históricamente que sus elecciones están vinculadas a su situación económica, y así como fue descartando a los partidos tradicionales y otros frentes eventuales, también lo hará con las nuevas tendencias si no satisfacen las demandas esenciales.

Hoy el dilema está instalado. Lo viejo ya no es confiable y lo nuevo empieza a generar desconfianza. 

El futuro existe por las expectativas que proyectan evolución, y para eso es clave partir de una realidad sustentable. La que demora en construirse. 

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