Con el avance de proyectos inmobiliarios de gran escala en nuestra ciudad se hace cada vez más evidente la necesidad de incorporar la participación activa de los ciudadanos en las decisiones que afectan sus barrios. En este sentido, es indispensable generar espacios de democracia directa en los distritos y espacios vecinales donde la diversidad es transparente y donde se puede discutir cara a cara sobre una realidad tangible. La aprobación de estos desarrollos, no solo transforma la fisonomía urbana, sino que también impacta en la vida cotidiana de los vecinos y vecinas, quienes ven alterado su entorno, su identidad barrial y hasta sus dinámicas sociales y comerciales.
Son los ciudadanos y ciudadanas quienes viven, construyen y transforman las ciudades y quienes “saben” qué necesitan ellos y su entorno. Al sumar sus visiones y capacidades con un horizonte de mejora colaborativa, se superan desafíos que no pueden ser resueltos individualmente, se potencian los resultados y aprendizajes a través de la cooperación, lo que da lugar a ciudades inclusivas y seguras.
Por esto, resulta necesario establecer procesos más democráticos en la relación estado- sociedad, donde la voz de la gente que sufre las consecuencias de las políticas o puede señalar sus ausencias hoy por hoy encuentre canales de participación directa, de discusión llana, no mediados por representantes y mucho menos por tecnologías que pueden manipularse.
Desde la gestión podrían implementarse múltiples mecanismos para redireccionar el quehacer estatal en función del diálogo entre las instituciones y la gente. De hecho muchos se han puesto en práctica en la Rosario de los 90, incluso durante la crisis del 2001, cuando las asambleas populares eran efectivos mecanismos de participación que evitaban que las decisiones se tomen a puertas cerradas en espacios centrales.
Las transformaciones urbanas deben ser abordadas con herramientas adecuadas, a fin de evitar que el desarrollo de las ciudades origine un aumento de la desigualdad y de los conflictos sociales, así como dificultad en el acceso a servicios básicos.
Las edificaciones de gran magnitud tienen un alto impacto, aumentando las densidades humanas especialmente las residenciales y comerciales, alterando la vida cotidiana de las y los vecinos, modificando asimismo la fisonomía de los barrios y afectando su identidad.
La clave del desarrollo de las ciudades hoy está en crear y establecer dispositivos innovadores que pongan en el centro a las personas que las habitan.
En definitiva, el buen vivir también es participación social, horizontalidad y se puede constatar que cuando la participación directa y genuina no era algo temido en Rosario pasaron muchas cosas que no hubieran sucedido solo con consejos de representación centralizados. Lamentablemente, por muchos motivos se fue dejando eso hasta llegar prácticamente al repliegue del Estado hacia el centro y de cada una de las instituciones al vértice de su propia pirámide con mucha alienación adentro y afuera.