ROSARIO DEL FÚTBOL Y EL RUFIANISMO

De Lionel y Angelito, a Los Monos y los Monitos. Del polo agroalimentario más grande del planeta, a las cuevas financieras del “dólar banana”, apenas 2,5 puntos por encima del dólar blue.

La “Chicago Argentina” exporta talento y riqueza, pero al mismo tiempo supo ahogarse en un río de sangre producto de la tibieza gubernamental de aquellos tiempos y de la justicia abolicionista que todo permitió.

En 2010 planteamos una hipótesis de conflicto, violencia y disputa territorial que posteriormente se convirtió en innegable. 

Sicarios, homicidios por encargo, asesinatos, atentados, amenazas, balaceras y acciones al margen de la ley hicieron de la ciudad de la Bandera Nacional un reducto metropolitano en donde los fusiles escupían balas de cocaína.

La política nacional nunca puede mirar para otro lado. Este fenómeno social de la droga, como epicentro de un negocio ilícito en donde se manifiesta una matriz de oferta y demanda, se fue derramando como una mancha de petróleo en el mar por todo el territorio argentino, a través de organizaciones criminales que manejan grandes sumas de dinero y aparatos de violencia urbana.

Una ráfaga de ametralladora que intenta vengar o resolver un incumplimiento de un negocio ilegal pactado, o la disputa por el control parcial de un territorio, se convirtieron en buenos informes periodísticos del día a día. Pero fue a la hora del arrebato violento, las entraderas, las salideras, los atracos y los robos seguidos de homicidios que la ciudadanía comenzó a sentir indignación, impotencia y hasta una imprudente y ávida necesidad de venganza.

La problemática atravesó distintas etapas, como la aceptación del flagelo, pero asumir no es sinónimo de resignarse. Luego vino la etapa del diagnóstico serio, profesional y basado en la evidencia de seguridad objetiva, y no en opiniones de dimensión subjetiva. 

Suponer no es lo mismo que comprobar. Y, finalmente, la etapa del abordaje interdisciplinario con cuatro grandes aristas que posteriormente se ramifican:

  • Intervención y contención social
  • Educación y reingeniería cultural
  • Seguridad ciudadana propiamente dicha
  • Justicia, para la armonía y convivencia

En consecuencia, el Estado debe contener, educar, proteger a sus ciudadanos y castigar a quienes infringen la ley.

El narcoterrorismo es un fenómeno global de dimensiones inimaginables que sólo puede ser controlado con políticas transnacionales, operaciones conjuntas, integradas y coordinadas que involucren a las altas esferas gubernamentales, militares y a organismos internacionales (ONU, OTAN, OEA, etc.).

Abordar y controlar el narcomenudeo y el microtráfico se han convertido en el nuevo desafío del siglo XXI, dentro de una de las problemáticas más complejas de la narco-criminalidad. Y esos desafíos fueron los que finalmente se encararon para iniciar la búsqueda de soluciones. 

Paradójicamente, nos encontramos con países que logran altos índices de seguridad a pesar de ser grandes y potenciales consumidores de sustancias prohibidas.

El enfrentamiento de bandas armadas como inicio de una «guerra urbana» no es más ni menos que una manifestación de anarquía generalizada. A la ambición desmedida, la idolatría por “líderes” criminales y la adoración por el “billete”, se suma la decadencia sociocultural y la falta de presencia real de los Estados en gran parte de América Latina.

La inequidad y la injusticia social, como principales motores del deterioro institucional, hacen de este abordaje una tarea titánica, colocando a los Estados y gobiernos en posición de “jaque”, en tanto y en cuanto no estén convencidos de la inversión multimillonaria necesaria para iniciar planes estratégicos de educación, salud, empleo, justicia, seguridad e infraestructura.

La seguridad es un medio, no un fin. Es un medio para el desarrollo humano, la convivencia y la cohesión social. Es un medio para el crecimiento individual y colectivo. Y quien crea que es un imposible, se equivoca.

Claro que se necesita decisión política, planificación estratégica y coordinación interdisciplinaria, pero no tengan dudas de que los rosarinos lo estamos haciendo y, en consecuencia, habremos realizado un aporte incalculable a nuestra querida República Argentina.

Para muchos de nosotros, este desafío no es más ni menos que un imperativo ético y moral. Recuerden: “El destino mezcla las cartas… pero somos nosotros quienes jugamos”.

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *