Muchos entrenadores y jugadores de fútbol deberían envidiar a los políticos porque ellos nunca pierden. Una derrota o una mala campaña deja sin trabajo a técnicos y a muchos futbolistas le baja el precio o los obliga a emigrar. En la política todos siguen. Nadie paga un costo económico. Porque reconvertirse es una habilidad sin distinción.
Otra elección pasó y en cada bunker se habló de victoria. Entre el candidato más votado, el frente más elegido, el que obtuvo más porcentaje en su interna y el que logró colar en una lista transcurrieron las imágenes televisivas. Eso sí. Ninguno de los que festejaron obtuvo un triunfo contundente.
Son tan desmedidas las alegrías que con un bajo porcentaje de votantes (ya naturalizan que concurra la mitad del padrón), hasta una diputada osó decir que el próximo intendente de Rosario sería su delfín al ser el postulante más votado con un veintipico por ciento como precandidato a concejal.
Como si en Argentina dos años no fueran una eternidad en materia política y económica.
Es más, dos meses es mucho tiempo, porque ahora el gran desafío será ratificar lo conseguido y mejorar, porque es sabido que después de una PASO muchos de los que no fueron finalmente irán. Y varios con la lógica de votar a A para que no gane B o C.
Pero lo cierto es que todos volverán a festejar. Porque los políticos, sean de la casta o no, nunca pierden. Siguen como si nada.
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