La reciente muerte del pequeño piloto de motociclismo neerlandés Sid Veijer (7 años) viene siendo objeto de atención mediática. También es verdad que es crucial cuestionar la forma en que se aborda con frecuencia este tipo de noticias. A menudo, los medios de comunicación no dudan en sacar «los colmillos» al informar sobre accidentes fatales en el deporte motor cuando se trata de niños. Casi todos ponen quinta a fondo enfatizando el morbo y las estadísticas de muertes, en lugar de bajar un cambio y ofrecer un contexto que invite a la reflexión como además exponer que es una disciplina que tiene sus riesgos como otras supuestamente inofensivas.
Nadie pone en tela de juicio que el motociclismo es un deporte de alto riesgo. También lo son otras actividades populares como el fútbol y el rugby, donde los jóvenes comienzan a participar desde una edad temprana.
Tal es así que hay registros que marcan en algunos casos que sufren la pérdida de la vida por diversas circunstancias, como muerte súbita, por citar un caso. O como sucedió en mayo de 2023 cuando un adolescente de 14 años jugaba al fútbol con sus amigos en la localidad de Sarandí cuando el arco le cayó en el pecho y murió.
Y en el caso del rugby pueden quedar seriamente dañados a nivel neural o de motricidad por un golpe o caída. O no. De hecho, Ignacio Segamarchi, un chico de 15 años, perdió la vida meses atrás mientras jugaba al rugby.
El chico de 15 años falleció de forma súbita mientras disputaba un partido en el campo del Córdoba Athletic, en el barrio Fincas del Sur, de la capital cordobesa.
Claro que la diferencia radica en la percepción que se tiene de cada uno de estos deportes. Mientras que el fútbol y el rugby son ampliamente aceptados y promovidos desde la infancia por el común denominador, el motociclismo a menudo es visto con recelo debido a su naturaleza peligrosa.
Lo concreto es que el reciente fallecimiento del joven piloto neerlandés Sid Veijer, de apenas 7 años, dejó una profunda herida en la comunidad tuerca. Sobre todo por la manera en que perdió su vida: sufrió un grave accidente durante una práctica en su moto, el 22 de diciembre, y tras una agonía de 15 días, su familia confirmó su deceso el pasado domingo.
Los registros marcan que este chico prometía ser una estrella en un futuro no tan lejano. Frente a este trágico suceso se generó no solamente un lamento sincero por la pérdida de un niño, sino también una reflexión crítica sobre cómo los medios de comunicación abordan estas tragedias.
Cabe recordar que ya sucedió algo similar en nuestro país cuando el rosarino Lorenzo Somaschini (9 años) perdió su vida meses atrás luego de una caída a baja velocidad en una pista de San Pablo, Brasil. El grueso de los medios opinó sin argumento sobre su deceso o cuestiones vinculadas a la práctica de esta disciplina.
La realidad es que muchos niños en todo el mundo comienzan a practicar el deporte motor desde una edad temprana. Los casos salientes son los de los multicampeones de MotoGP, Valentino Rossi y Marc Márquez. En muchos casos lo hacen con el mismo entusiasmo y fervor que sus homólogos en deportes más convencionales.
Hay que señalar que en este deporte prevalece la seguridad cuando es momento de entrenar o competir. A eso hay que sumarle que se promueve de manera frecuente la formación adecuada como el uso de equipo de protección y el respeto por las normas de seguridad.
Por eso, la tragedia de Sid Veijer no debe ser tomada con la frivolidad que la muestran varios medios de comunicación. Eso marca una clara señal de un correcto canal de desinformación.
Incluso, las palabras de sus padres en un escueto comunicado tras su fallecimiento resuenan en el corazón de quienes aman el motociclismo: «Sid luchó como un león».
Pese a todo, también es verdad que los medios de comunicación deberían tener un enfoque más responsable al abordar tragedias como la de Sid en lugar de pensar en sumar clicks (ingresos a los portales) de manera interesada.
Es fundamental que se genere un tema constructivo sobre cómo podemos mejorar la protección de nuestros jóvenes deportistas o destacar otros valores, por citar algunos ejemplos, en lugar de alimentar el morbo.
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