Los medios hegemónicos son increíbles

Un empresario usa una metáfora contundente para graficar la pérdida de credibilidad en los medios. “Antes si no estabas en los avisos fúnebres del diario no estabas muerto, pero ahora si estás en esos avisos quizás estés vivo”.


Los medios hegemónicos ya dejaron de ser creíbles. Tal vez el círculo rojo de la política aún no se percató, pero es sabido que le cuesta comprender y adaptarse a los nuevos tiempos que transita la sociedad.
La irrupción de Javier Milei y sus peculiares formas interpela a una clase política que aún no logra resetear sus métodos.


Los medios de comunicación tradicionales, mal llamados masivos, comparten con la clase política el mismo problema: perdieron credibilidad.


Esas marcas comunicacionales que fueron predominantes en la opinión pública hoy quedaron reducidas a empresas con contenidos de escaso nivel profesional y distorsionadas por la obscena voracidad de quienes las conducen.


Es cierto que los dueños de los medios siempre disputaron poder con el manejo de la información, pero nunca de manera tan ordinaria y obscena.


Quizás porque quienes desde hace un tiempo decidieron invertir en medios lo hicieron para presionar desde allí por negocios concesionados por el Estado. O por desarrollos económicos que necesitan de la aprobación de los gobiernos. Pero no porque les interese el periodismo, en eso son reconocidos ignorantes.


En este contexto, grieta, redes sociales y nuevas formas de comunicación permitieron que el público en gran medida comience a poner en duda la veracidad de lo que difunden los medios llamados grandes.
Así se fueron segmentando las audiencias, se construyeron fidelidades a las diversas formas y los contactos recuperaron autenticidad.


Este escenario rompió con el manejo monopólico de la información y la rentabilidad derivada por su manipulación.


La tecnología permitió quebrar la hegemonía, y los viejos dueños del manejo de la información empezaron a sucumbir ante emprendimientos de periodistas que se animaron a opinar sin pautas ni imposiciones. Entendiendo que no hay nada más rentable que la credibilidad.


El círculo rojo de la política todavía cree que una campaña adversa o favorable realizada por un medio hegemónico es determinante, mientras que el público descubre con mayor velocidad cada campaña mediática, rechazando cualquiera fuese.


Lamentablemente estas empresas mal llamadas periodísticas no sólo han perdido la credibilidad, también dilapidaron sus recursos profesionales. Es que si algo no les importa es el contenido. Porque su propósito es solo económico.


Por eso el problema no es la pauta publicitaria oficial. Sino los negocios que pretenden hacer a costa del Estado. Vinculados a la energía, obra pública, proyectos urbanísticos y concesiones de toda índole.
Y ante la derrota de sus eventuales socios políticos, despojados de toda ética buscan a los ganadores tratando de imponer condiciones, aunque ese lugar ya esté ocupado por empresas colegas.


Pero la pérdida de credibilidad pasa facturas y cuando esto sucede estos empresarios optan por precarizar aún más esos medios liquidando el remanente profesional que les quedaba Sustituyendo a los periodistas con operadores y escribas de marketing de diversos negocios. Todo más barato. Más berreta. Y nada periodístico.


Los medios hegemónicos perdieron credibilidad. Como la clase política. Tal vez porque durante muchos años fueron socios estratégicos. Y la sociedad tomó debida nota de esto.

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