Javier Milei está en modo Martín Palermo. Es un oportunista. Cualquier dato positivo que esté en el área de la actividad económica el presidente lo transforma en gol.
La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) comunica que las ventas minoristas de las Pyme crecieron un 2,9 interanual en octubre. Y a esto el gobierno le suma un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario y de Santa Fe, que expresa un crecimiento económico sostenido de los últimos seis meses.
Con ambas mediciones, Milei celebra y da por terminada la recesión. Como si el partido hubiese concluido y ahora solo se tratara de disfrutar de las buenas noticias.
Pero, y siempre hay un pero, el informe de la CAME también contiene el relevamiento realizado a los empresarios cuyo 51 por ciento asevera que el problema de las pymes es la falta de ventas.
En este contexto, en el que los índices exhiben una recuperación pero en el marco de una caída económica pronunciada, un analista futbolístico diría que “se mejoró el juego pero todavía no alcanza para empatar”.
No obstante, en Santa Fe también hay guarismos alentadores con respecto a la industria, según lo que dijo el secretario provincial de Desarrollo Industrial, Guillermo Becanni durante su paso por el programa Hora Política.

Claro que así como el presidente hace su libre interpretación de los datos, también las diferentes posturas ideológicas malversan los mismos con las miradas sesgadas para esgrimir sus argumentos políticos.
Porque como dicen en el barrio, que la cuenten como quieran, pero lo que cuenta es la realidad que se vive.
Por eso se hace indispensable que esos datos comiencen a tener un impacto concreto en la cotidianidad de la gente, fundamentalmente en lo que respecta en los precios, donde radica la mayor complejidad para los sectores medios y pobres.
Porque si algo sabe el argentino es lo perjudicial que resulta la inflación, como así la necesidad de recuperar la cultura del trabajo y la urgencia de terminar con esa matriz política que solo profundizó la injusticia y desigualdad.
Pero también sabe que siempre terminó pagando la fiestas de los diferentes gobiernos. Y lo hizo con un costo enorme, al punto de alcanzar una pobreza superior al 50 por ciento.
Por eso ahora espera, pese a la demora, poder ver que esos datos redunden en una vida accesible, en especial los precios de los comestibles, que hacen a la diaria de los trabajadores.
Tal vez así, ese argentino podrá irse de la cancha con la satisfacción de un triunfo tras esta racha extensa de derrotas consecutivas. Aunque sea con un gol sobre la hora.