Las canteras que supieron ser ejemplos a nivel nacional e internacional hoy tienen dificultades para promover laterales, zagueros y volantes de contención.
El fútbol de Rosario adolece de recursos propios en cantidad y calidad porque las últimas gestiones no supieron o no quisieron reconsiderar sus políticas de inferiores. Porque un replanteo no se reduce a nombres, sino que se desarrolla con métodos que contemplen los cambios estructurales de la sociedad. Algo que a la luz de la realidad Central y Newell’s no hicieron.
Porque es muy difícil explicar desde las canteras la ausencia de jugadores en funciones que hasta no hace mucho tiempo abundaban porque eran elementales.
No hace falta ser un alquimista para forjar laterales, zagueros y volantes centrales. Sin embargo en los últimos tiempos leprosos y canallas importaron futbolistas por doquier para esos puestos, varios de escasos recursos técnicos como así de antecedentes, lo que más notorio hicieron las falencias en la formación de juveniles propios.
Por supuesto que la desaparición de los potreros impuso en las últimas décadas la imposibilidad de contar con espacios de creación libre, por lo que aquellos talentos de la habilidad se convirtieron en una especie en extinción. No así los otros puestos.

Como decían los históricos formadores, es muy difícil forjar un diez o un nueve, pero el resto no es complicado.
Hace 30 años era una rareza que jugadores rosarinos llegaran a primera división sin hacerlo en Central o Newell’s. El fútbol de la ciudad era el punto obligado para chicos y juveniles de una amplia región. Sin embargo ya no lo es. Cualquier equipo de Buenos Aires y de otras provincias se llevan jugadores de Rosario y zona.
En el mientras tanto, siguen llegando como refuerzos ignotos muchachos de países vecinos. Jugadores Google, porque sin el buscador de Internet es imposible conocerlos de antemano.
Pero no solo es un problema de captación el que subyace en las políticas deportivas de Newell’s y Central, sino también de las matrices formativas, en las que los tacticismos desplazaron lo trascendente: que los jugadores primero aprendan la función específica de su puesto.
Es recurrente escuchar las quejas de los técnicos de primera división por tener que explicar lo esencial. “Si a un juvenil que llega a primera le tengo que enseñar a jugar es evidente que no está formado, y en la primera no hay tiempo para aprender lo básico”, reflexiona un entrenador.
La transformación de la sociedad hizo que los clubes barriales y de aquellos pueblos de la región centro del país se convirtieran en los espacios obligados ante la gradual desaparición de potreros, campitos y baldíos donde el arte de lo impensado irrumpía.
Pero esto tampoco fue registrado por los dirigentes de los dos grandes clubes rosarinos, ya que en vez de rubricar acuerdos de reciprocidad formativa quedaron pasivos ante la audacia de empresarios que gerencian esas entidades para convertirlas en proveedores al mejor postor.
Hoy es recurrente observar a jugadores que llegaron como incorporación irse prácticamente sin jugar.
Bajo la definición de “apuesta” se camuflan operaciones que forman parte de negocios paralelos, sin rentabilidad futbolística para los clubes.
No fue casualidad en 2023 escuchar la coincidencia conceptual de ambos técnicos dentro de sus círculos íntimos, cuando afirmaron que es muy difícil que jugadores que no conocen y que no pidieron terminen jugando.
Si Central y Newell’s siguen sin poder dotar a sus plantillas de jugadores propios en funciones elementales deberán reformular sus inferiores, algo que ya se analiza con determinación en ambas entidades.