La formación de un plantel renovado para desarrollar nuevas formas, sustentado en ideas innovadoras, es lo que requiere un país agotado por la frustración
Cristina Fernández no es Lionel Scaloni. Tampoco lo es Mauricio Macri. Ni Javier Milei. Como tantos otros referentes de la vieja política ni de los que dicen ser de la nueva. Ninguno de ellos tuvo la inteligencia del entrenador de Pujato para armar un equipo que deje atrás las frustraciones. Las mezquindades. Las grietas.
Scaloni construyó sin echar culpas ni hablar del pasado. Edificó sin pontificar. Elaboró una realidad sin discursos ni dogmas. Y no le tembló el pulso para prescindir de jugadores que ya habían cumplido un ciclo. Algo que en política es difícil de lograr porque muchos se perpetúan en los cargos pese a la sucesión de derrotas.
Scaloni armó equipo en torno a Messi, y lo hizo con un par de históricos (Di María y Otamendi) pero con el resto todo nuevo.
En política no hay Scaloni ni Messi. No hay renovación ni equipo. Ni siquiera una unidad en pos de un objetivo común.

Trazar algún paralelismo del Kirchnerismo, Macrismo o cualquier “ismo” con la Scaloneta es un ejercicio con una conclusión contundente. Los resultados están a la vista. Con unos se salió campeón. Con los otros se terminó en el descenso.
Sin dudas que Scaloni y su grupo de trabajo supo interpretar el momento y las necesidades albicelestes. ¿Milei lo hizo en la política? Hasta ahora no.
¿Por qué no? Porque planteó cambios pero no hizo la ansiada renovación dirigencial. Entonces lo prometido aún es deuda. Y si bien la hinchada resiste porque detesta el pasado reciente, su gestión no tiene a Messi. Lamentablemente tiene a Daniel Scioli, que es de la casta que el presidente iba a extirpar. Porque aunque se autoperciba goleador, el Pichichi es solo un sobrenombre que identifica la falsedad de una clase de funcionarios que no funcionaron ni lo harán.
En este cuadro de situación, la selección argentina es la única que une al pueblo en torno a una extraordinaria alegría. Tal vez la única. Porque los gobiernos siguen sumando tristeza en un país cada vez más empobrecido.