Inexplicable. Irracional. Newell’s puso en evidencia una de las mayores problemáticas que atraviesa puertas adentro en su vínculo con los valores fundamentales del deporte y la formación de sus jóvenes futbolistas. La decisión de la dirigencia leprosa de sancionar a un grupo de chicos, luego de la difusión de una foto de seis niños de 9 años que juegan en la Escuela Malvinas Argentinas con Ignacio Malcorra (mediocampista de Central) desató una ola de cuestionamientos y críticas. Eso no hizo más que reflejar una profunda crisis de docencia que envuelve al fútbol infantil leproso.
La imagen de los niños vestidos con la pilcha leprosa posando con Malcorra refleja un contexto amistoso, natural y descontracturado. Pero en el seno interno rojinegro eso no cayó bien y generó una discusión interna en el club.
La respuesta de Newell ‘s llegó. Y fue tan drástica como lamentable. Le impusieron tres meses de inactividad a los menores y la quita de la beca que recibían, una medida que, según el club, fue consensuada con los padres. Claro que las reacciones externas y los propios testimonios sugieren un acto que va mucho más allá de una simple sanción.
Tal es así que el el coordinador del predio, Carlos Panciroli, justificó la pésima medida argumentando que “los chicos son las víctimas porque la foto la generaron los padres”. Agregó que la sanción busca ser “un correctivo interno para que no se repitan estos errores de subir fotos”, enfatizando que “cada uno puede hacer lo que quiera, pero no con la ropa de Newell’s. Por eso debimos sentar un precedente”.
El exarquero fue tajante y también dejó archivado su rol de formador. Castigó a un grupo de chicos que sueñan con llegar a primera y, en esta ocasión, solo querían una foto con un jugador de primera. El sentido común no fue, en esta oportunidad, el más común de los sentidos.
Lo que en un principio podría parecer una medida disciplinaria, rápidamente fue interpretada como un acto desproporcionado y, en muchos casos, como un reflejo de una cultura que prioriza la autoridad por encima de la formación en valores.
La expresión de Panciroli, quien calificó la sanción como “correctivo”, resulta incluso polémica en un contexto donde el rol de una escuela de fútbol es acompañar y educar, no castigar de forma ejemplarizante.
Por otro lado, las declaraciones del presidente del club, Ignacio Astore, complicaron aún más la situación. Afirmó que el hecho ocurrió hace 50 días y que “los propios padres quisieron sacar a sus hijos del club porque recibían amenazas de otros papás”. ¿El club no contiene?
Las palabras de Astore, lejos de aclarar la situación, generan más confusión y evidencia una gestión que, en su intento de minimizar el hecho, termina siendo aún más criticada por su falta de sensibilidad y liderazgo.
Claro que este episodio revela una problemática más profunda: la pérdida de valores en las instituciones deportivas, donde la competencia y la autoridad parecen primar sobre la formación integral, el respeto y la protección de los menores.
Cómo será la repercusión que tuvo este accionar que hasta el propio entrenador de la selección argentina, Lionel Scaloni, surgido en Newell’s y anterior paso por Central, se refirió a este hecho.
“Vi la foto y realmente lo que hay que valorar es que esos chicos quisieron sacarse una foto con un jugador de primera división, que es la ilusión que todos tienen. Han visto a un jugador que, más allá de la camiseta que lleva, es un futbolista que ha llegado a primera y que tendría que ser algo normal”, expresó el DT.
Y agregó: «A mi edad también me hubiera encantado, no existían las redes sociales ni todo esto, pero tampoco tenía tanta llegada a esos jugadores. Pero si hubiera tenido, me hubiera sacado una foto sin importar la camiseta que lleva».
También dejó un claro mensaje. «Creo que es importante dar el mensaje de que a estos nenes les tenemos que dar el ejemplo de decirles: “Sáquense la foto con la camiseta de quien sea, con el jugador que sea”, expresó con raciocinio.
La actitud de Newell ‘s refleja una sociedad que, en muchos casos, aún no logra entender que el deporte debe ser un espacio de crecimiento, donde el respeto por el escudo, la camiseta y por los compañeros debe estar por encima de cualquier resultado o imagen viral. Quien piense lo contrario, amerita un diván.
Lo que hizo la dirigencia de la Lepra es una cachetada para todos aquellos que creen en un deporte que eduque y forme en valores. La sanción aplicada a los niños, en lugar de ser un ejemplo, evidencia una gestión que necesita urgentemente repensar sus prioridades.
La sociedad, los padres, los entrenadores y las dirigencias deben comprender que el verdadero éxito en el deporte infantil no se mide en medallas o en sanciones, sino en la formación de personas.
Hay que volver a las raíces. Respetar la historia, que comenzó oficialmente un 3 de noviembre de 1903, y no hace unos pocos años como muchos quieren hacer creer. Hay que poner en primer plano a los niños y sus valores, antes que ciertas decisiones que solo fomentan la intolerancia y el autoritarismo. Parafraseando al eterno Diego Maradona, al presidente Ignacio Astore y a toda su estructura formativa, se le escapó la tortuga.
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