La escuela hoy debe enseñar a pensar y equilibrar los lenguajes
Claudia Balagué. Ex ministra de Educación y Diputada provincial
En los últimos años vengo analizando el desequilibrio que se ha generado en jóvenes y adultos, y de manera preocupante en niñas y niños, en la utilización de los múltiples lenguajes que los forman integralmente. Sin dudas el lenguaje audiovisual ha ganado terreno por sobre la lectoescritura, el lenguaje matemático, el del cuerpo, movimiento y expresión, y hasta sobre los lenguajes más recientes como la programación.
El lenguaje audiovisual predominante de la computadora y el celular modifican cuestiones esenciales en la construcción de la subjetividad: el tiempo, el espacio y el movimiento de nuestro cuerpo. Estamos inmóviles, en un espacio infinito y sin conciencia del tiempo que pasamos en ello.
Esto lleva a que es necesario un doble esfuerzo de docentes y directivos en las escuelas y, por supuesto a la necesidad imperiosa de políticas públicas ministeriales para reforzar los lenguajes más relegados como la lectoescritura.
Como dice N. Alario: La lectura como dispositivo de enseñanza ofrece conocer el sistema de la lengua escrita desde la discriminación de palabras y unidades menores como son los fonemas y grafemas para ir hacia la comprensión de lo escrito. Estas prácticas fueron descendiendo hasta ser casi abandonadas porque desde el sentido común (cuyos indicios quedan) se sostenía que «los niños construían la escritura». Así pasaron años, gobiernos, ministerios de educación, políticas educativas y generaciones de estudiantes que llegaban cada vez más con menos herramientas para estudiar y comprender a los niveles secundario y terciario.
Esta situación se viene agravando en los últimos años con la proliferación de “videítos” cada vez más cortos y audios como formas de comunicación permanente, sin siquiera analizar lo que nos invade todos los días con la inteligencia artificial.
En nuestra provincia tenemos diseños curriculares antiguos, especialmente en los niveles inicial y el primario, los cuales a pesar de múltiples intentos no pudieron actualizarse. Hoy más que nunca es imperioso hacerlo pensando en este equilibrio de alfabetizaciones.
La realidad cultural es inabarcable y es muy compleja la posibilidad de trazar límite, pero eso es un cambio curricular. En el proceso de transmisión y encuentro cultural entre generaciones se decide y elige cuál será el legado a entregar, recrear y compartir; nada más y nada menos que eso.
Asi, vamos y venimos entre curriculum, educación y lenguajes, porque cada uno de ellos es inherente a los otros. Y todo es inherente a la vida en sociedad, porque la comunicación no tendría sentido si no hubiera con quiénes constituir un grupo, una comunidad.
El otro gran desafío es enseñar a pensar. La institución educativa tiene la obligación de darle a los niños y niñas no respuestas cerradas, sino caminos posibles para indagar y analizar. Cuando nos invaden informaciones falsas o tergiversadas, cuando las emociones y especialmente las negativas determinan nuestras decisiones, pensar y reflexionar en cada instancia educativa es enseñar a problematizar la realidad y a vivir en el hoy pensando en un futuro mejor para nuestro querido y golpeado país.