La caldera rojinegra sigue on fire

En el universo del fútbol, la temperatura se mide no solamente en grados centígrados, sino además en emociones. También en expectativas. Y, sobre todo, en la estabilidad de las gestiones que dirigen los destinos de las instituciones. En el caso de Newell’s, el termómetro marca un nivel alarmantemente elevado, reflejo de una administración que continúa acumulando más sombras que luces.

Está claro que la figura de Ignacio Astore se convirtió en el epicentro de la controversia, mientras que todo el arco opositor parece un mero espectador en un partido que ya se encuentra en tiempo de descuento. Y en clara desventaja.

Cabe destacar que la situación actual de la Lepra es el fiel resultado de una cadena de desaciertos que provienen de una administración claramente marcada por la falta de consenso y la ausencia de un plan claro.

Astore, quien llegó al sillón presidencial con la promesa de renovación y crecimiento (sin exponer su pasado como médico del plantel profesional en la era López), también sigue ratificando ser un líder verticalista, escaso en consultas y en diálogo, lo que generó un ambiente de descontento que crece cada día más entre los socios y simpatizantes del club. Ni hablar puertas adentro de la institución.

Desde las sombras, personajes como Cristian D’Amico se encargan de alimentar el fuego de la oposición, aunque el poder del arco rival parece desvanecerse cuando lo que se necesita es un verdadero cambio de cuajo.

La oposición, lejos de impulsar un movimiento que desafíe al oficialismo, se viene mostrando sin argumentos frente a la delicada situación actual. Es más, muchos de sus actores tuvieron una escasa incidencia en las elecciones pasadas, dejando a Astore y su gestión como únicos responsables del raquítico presente que atraviesa Newell’s.

En el ámbito deportivo, la anemia que sufre el club es más que evidente. El desfile de entrenadores y gerentes deportivos por la pasarela del desencanto pone de manifiesto una inestabilidad que va más allá de los resultados en el campo de juego, donde el equipo no levanta cabeza.

Los proyectos fracasados y la falta de una identidad futbolística clara llevaron a que Newell’s se encuentre en una encrucijada, donde la esperanza parece esfumarse con cada partido perdido.

A pesar de la reciente obra en construcción de una tribuna, la realidad financiera que enfrenta la Lepra es de raíz. Los empleados del club enfrentan un presente complicado, percibiendo sus salarios incluso en cuotas.

También es verdad que algunos trabajadores tercerizados están dando lo mejor de sí, pero en condiciones que a menudo rozan lo insostenible.

La falta de inversión estratégica y la precariedad económica se erigieron en fantasmas que persiguen a la Lepra, amenazando su estabilidad y su futuro. De hecho, en el torneo está en la zona baja de las posiciones.

El presente de Newell’s no es fruto de la casualidad. Es la manifestación de un liderazgo que prefirió el camino de la unilateralidad en lugar del diálogo. Si la gestión de Astore no se replantea a la brevedad, el futuro de lo que queda de gestión en uno de los grandes clubes del fútbol argentino podría verse comprometido de manera irremediable.

Cabe remarcar que en una ciudad donde la pasión por el fútbol corre por las venas de sus fieles, el clamor por un cambio se hace cada vez más fuerte en el Coloso.

Los hinchas merecen un club que les devuelva la ilusión de tiempos mejores, y es imperativo que surjan soluciones desde las entrañas de la institución. Solo así podrán bajar el termómetro nervioso que hoy se muestra en índices alarmantes.

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *