Las explosiones del 17 y 18 de septiembre de los beepers y walkie-talkies pertenecientes a integrantes de Hezbolá -que dejó 39 muertos y más de 3 mil heridos en Líbano y Siria- están escalando el conflicto en Medio Oriente. Si bien el gobierno de Israel no ha confirmado ni negado su papel en la operación, todas las miradas le apuntan, porque ¿quién sino? Lo cierto es que existe la posibilidad latente de que se abra un nuevo frente de guerra, además de la Franja de Gaza, y en el peor de los casos que el conflicto escale a niveles regionales.
La magnitud del ataque a los dispositivos en manos de Hezbolá, denota que ha habido una larga preparación y planificación, que incluyó a terceros actores. Distintos informes expresan que los aparatos de comunicación fueron intervenidos y modificados con trampas explosivas antes de entrar a Líbano. Aunque más allá de estas cuestiones logisticas, el éxito de este ataque golpeó el corazón de las comunicaciones del grupo islamista y lo deja vulnerable y debilitado. En cambio Israel, eleva su posición.
Una semana después del golpe, el primer ministro Benjamin Netanyahu anunció que su país seguirá bombardeando posiciones del grupo islamista en Líbano. Aunque se encargó de aclarar “Le digo a la gente de Líbano: nuestra guerra no es contra ustedes, es contra Hezbolá”. Los ataques israelíes están produciendo un gran éxodo de libaneses que viven en la frontera. El Departamento de Defensa de Estados Unidos ha informado que, mientras busca una solución diplomática con Qatar y Egipto, enviará fuerzas adicionales a la región.
Desde el 7 de octubre de 2023, Hezbolá bombardea casi diariamente su frontera sur con Israel en solidaridad con Hamás. Son embestidas de baja intensidad que crearon un segundo escenario de conflicto. Es la estabilidad de éste territorio limítrofe, una preocupación creciente para el gobierno de Netanyahu. Se calcula que desde hace casi un año, más de setenta mil ciudadanos israelíes han tenido que abandonar sus hogares debido a los constantes ataques desde Líbano. Por ello, el gobierno ultraderechista decidió actuar.
Luego de la ofensiva con los dispositivos, el ministro de defensa israelí Yoav Gallant ha hablado de “una nueva etapa en la guerra” y confirmó que “la misión es clara y simple: devolver a los residentes de las comunidades del norte a sus hogares de manera segura”. En contraposición, el líder de Hezbolá Hassan Nasrallah, expresó “Los llamamos colonos y ocupantes de la Palestina ocupada”. Además, éste calificó las explosiones de los beepers y walkie-talkies como una “declaración de guerra”. Sin dar detalles prometió tomar represalias y afirmó “No escucharán hablar de ello, pero lo verán”.
Ahora, ¿Qué desafíos enfrenta Israel al medirse contra Hamás y ahora Hezbolá?
El Partido de Dios Libanés (Hezbolá) se formó luego de que Israel invadiera el sur del Líbano en 1982, en lo que se conoce como la “primera guerra” entre ambos países que duró tres años. En su manifiesto, el grupo planteó que la destrucción del joven Estado era un objetivo clave de su accionar. En 2006 se produce la “segunda guerra”. Fue un conflicto que afectó durante 34 días el sur del Líbano, el norte de Israel y los Altos del Golán. Desde hace décadas la tensión en esa región es constante.
Este grupo islamista se ha convertido en un partido político libanés -aunque en 2022 ha perdido la mayoría parlamentaria- y ejerce un control formidable de facto sobre gran parte del país. Además Hezbolá es la fuerza de combate más eficaz y poderosa de Líbano y la región. Especialistas consideran que es la amenaza militar más grave para Israel.
En circunstancias similares se fundó el Movimiento de Resistencia Islámica Palestina (Hamás) a raíz de la ocupación militar israelí de Cisjordania, Jerusalén y la Franja de Gaza. Más allá de que Hezbolá pertenece a la rama chiita del islam y Hamás a la sunita, hace un tiempo ambos grupos dejaron de lado sus diferencias frente a un enemigo común: Israel.
Ambos grupos tienen como gran aliado a Irán. Se especula que éste le ha suministrado a Hezbolá potentes misiles que podrían alcanzar la mayoría de las ciudades israelíes. Se cree también que posee una flota de drones cada vez más sofisticados que podría llegar a paralizar la vida en Israel y desplazar a cientos de miles de habitantes. Irán considera al grupo como uno de los integrantes del “Eje de la Resistencia”. Es ésta una alianza militar y política antiisraelí y antiestadounidense formada por gobiernos y numerosas organizaciones paramilitares entre las que también se encuentra Hamás.
En tanto, la administración de Israel, desde 2022 está conformada por una serie de partidos ultranacionalistas y religiosos. Aunque representan una fracción menor en términos políticos, ejercen una influencia considerable sobre el Ejecutivo. Su ausencia puede desestabilizar a Netanyahu y exponerlo a decenas de cargos de corrupción que lo acechan, con el peligro de una posible condena. Son estos grupos inflexibles a una negociación con Hamás. Y los que promueven la anexión de los territorios palestinos sin aclarar qué sucedería con los habitantes originarios de esos territorios.
En ninguna de las declaraciones de funcionarios del gobierno israelí actual se incluyen a los palestinos como una opción para la paz. Las propuestas van, desde la ocupación o expulsión de éstos, del norte o de la Franja de Gaza completa. Algunos llegaron a graficar planes sobre “una virtual gobernación de Gaza”. El ministro de Hacienda Bezalel Smotrich, uno de los más rígidos ultrareligiosos del gabinete, aclaró que “el territorio no será devuelto a los habitantes de Gaza”.
En el corto plazo, la operación contra Hezbolá ha dejado a Israel fortalecido. Pero en el largo, aumenta el riesgo de una escalada militar. El temor principal de muchas potencias occidentales es que se desate una guerra generalizada que incorpore a Irán y ponga en peligro la estabilidad regional. Es sabido que el grupo chiita no se quedará de brazos cruzados. Y cualquier acción militar adicional israelí en el norte, podría tener repercusiones impredecibles que modifiquen el equilibrio de poder en Medio Oriente.