Venimos sosteniendo, sin cansancio, que las energías renovables son la única alternativa posible para pensar formas de crecimiento y posterior desarrollo en las que se busque el bienestar humano sin dañar el equilibrio del ambiente y sus recursos naturales, ya que estos son la base de todas las formas de vida.
Hoy, y mucho más después de la readaptación en los costos de tarifas y servicios aplicadas durante los últimos meses, además, se han convertido en una inversión rentable en términos económicos y, por tanto, competitivas en el mercado.
En el escenario actual, los modelos de desarrollo buscan maximizar la producción y la acumulación de riqueza en el corto plazo, de esta forma se logra un crecimiento económico, pero no se consideran los daños en el ambiente en el mediano y largo plazo, la disminución de los recursos naturales, la extinción de especies y los daños a la salud humana, entre muchos otros cambios más.
Hoy ya se habla de que está en grave riesgo la capacidad del planeta para mantener su propia vida en el largo plazo. Líderes mundiales se reúnen en cumbres pro planeta afines a la vida para medir la evolución de este cuadro de situación, acciones que podemos resumir en la encíclica “Laudato Si” del papa Francisco. Paralelamente, y en varios puntos del globo, la sociedad ha dado señales de enfermedad a través del aumento de eventos climáticos desastrosos con pérdidas de muchas vidas, incremento del índice de criminalidad, radicalización de guerras genocidas y etnocidas, atentados terroristas, terrorismo e imperialismo desmedidos, o la fantasmagórica pandemia que acabamos de vivir, (haya sido causada por un bicho mutante o uno pre fabricado).
En tanto, campañas deshonestas contra el desarrollo de las energías limpias, comunican de manera errónea a potenciales inversores y a la ciudadanía en general, poniendo en duda la viabilidad económica de estas inversiones y una supuesta complejidad en su aplicabilidad en la industria, el comercio, la producción, los servicios y en las casas de familia. Formadores de opinión con cargos públicos, empresarios de las energías “tradicionales” y Mass Media que actúan en función de sus propios intereses y actuando sólo en términos de inmediatez.
En la actualidad, y en sentido figurado, si pudiésemos realizar una autopsia a nuestra casa común, analizaríamos y comprenderíamos el enorme daño que hemos producido en el planeta durante los últimos 70 años y en base al pasado hacemos una arqueología de futuro, el panorama es profundamente desalentador.
Como empresarios, dirigentes y estudiosos de las energías limpias, estamos en condiciones de afirmar que el discurso funcional al uso de energías que llamamos “tradicionales”, es, por todos sus ángulos, falso. Por analogía, nos permitimos afirmar que las políticas tradicionales para combatir problemas como la inseguridad, la criminalidad, la pobreza o el hambre han fracasado, la sustentabilidad social debe abordarse con políticas estructurales y largoplacistas, basadas en la igualdad, la inserción y la justicia social.
Así, y por analogía, el problema climático puede explicar el caos social.
En el mundo se requieren dirigentes conscientes de que el punto de origen de todos los planes de desarrollo y de sus políticas ha de ser la sustentabilidad. Dirigentes a favor de la vida. Inteligencias pro planeta y pro sociedad. Porque la sustentabilidad también es aplicable a lo social: una sociedad con justicia social, ética en los negocios, respeto de la propiedad privada, comercio justo, respeto por los derechos humanos y de las minorías, es una sociedad sustentable. A futuro no deberíamos preocuparnos por problemas hoy crónicos como los mencionados más arriba.
Es en el corto plazo en el que deberemos tomar posturas muy firmes con respecto a la sustentabilidad ambiental y social, y forzar a los gobiernos para que éste sea un tema central en las políticas de desarrollo que se planifiquen a largo plazo.
Hoy observamos con preocupación, que el gobierno continúa asistiendo y promoviendo la producción de energías contaminantes, mientras no promueve ni alienta la instalación de plantas de generación de energía solar, eólica, hidroeléctrica o biomasa. Ni que hablar de la potencialidad que tiene argentina para el futuro mercado del hidrógeno verde.
En paralelo, tenemos un estado que no resuelve los problemas sociales y cuando se mueve lo hace con el poco feliz mecanismo de la represión, para contrarrestar la inseguridad y persiguiendo otros objetivos.
Planeta y sociedad solo planifican medidas en el corto plazo, carentes de profundidad, que resuelven elecciones o superávit y ganancias, gobiernos y empresas enfrentados a un poder ciudadano menospreciado, aunque estos, los ciudadanos, todavía pueden reaccionar.
Se nos plantea un doble desafío en torno a la sustentabilidad. El reto de modificar el actual estado de las cosas y trabajar por el bien común.