Un océano de ropa en medio del desierto. Miles de litros de agua desperdiciados. Un impacto ambiental devastador. Y un modelo de consumo insostenible. Esto es lo que ocurre en el Desierto de Atacama, uno de los más emblemáticos y extremos del mundo, situado a 1.303 km de Rosario, que hoy se ha convertido en el basurero más grande de ropa usada del planeta.
Millones de prendas, desde remeras hasta calzado, desde vestidos hasta pantalones, se acumulan en este inhóspito paisaje, dejando una huella ambiental impresionante. Se estima que las grandes industrias de moda arrojan cada año en Atacama alrededor de 44 millones de toneladas de ropa ¡44 millones de toneladas! lo que equivale al peso de 4.000 Torres Eiffel. Una cantidad difícil de imaginar.
Y lo peor: hace 14 años que no llueve en la región, lo que impide que las prendas se degraden, perpetuando su impacto. En definitiva, el escenario es catastrófico.

Hoy en día, la producción textil es responsable de aproximadamente el 10% de las emisiones globales de carbono, consume 93 mil millones de metros cúbicos de agua al año y genera grandes cantidades de químicos tóxicos que contaminan nuestros ríos y océanos. Solo un pantalón requiere entre 7.500 y 10.000 litros de agua para su producción, y una remera consume alrededor de 2.900 litros.
Ya lo adelantaba el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, que describe este fenómeno como una verdadera “Cultura del descarte”. Un estilo de vida que prioriza el “consumir y desechar” sobre el “reducir y reutilizar”, alimentado por el confort, el placer inmediato, la publicidad y la obsolescencia planificada.
Por eso, no se trata solo de los desechos y de los recursos desperdiciados, sino de cómo consumimos. En promedio, una prenda es utilizada sólo 7 veces antes de ser desechada.
Esta mentalidad de consumo no solo agota nuestros recursos, sino que también sobrecarga nuestros sistemas de gestión de residuos.
Cuando contás este panorama parece irreal y sorprende. Pero, lamentablemente es real y triste. Por eso, nos tenemos que preguntar ¿qué podemos hacer frente a esta problemática?
Estoy convencido que, como consumidores, tenemos un poder inmenso en nuestras manos. Es fundamental fomentar una cultura de compra consciente y exigir a las marcas y a los gobiernos que adopten prácticas más sostenibles y responsables.
La industria de la moda necesita una transformación radical, un cambio estructural profundo. El “fast fashion” nos ha llevado a un punto crítico en el que debemos decidir qué tipo de futuro queremos construir.
Tenemos dos opciones: una en la que la moda se convierte en un símbolo de creatividad, calidad y respeto, tanto hacia las personas como hacia el medio ambiente. La otra nos lleva a un futuro donde cada rincón del mundo se convierte en un nuevo Desierto de Atacama, resultado de una industria que ignora el daño devastador que causa y una comunidad que no dimensiona el daño que nos hacemos. Yo elijo el primer camino e invito a todos a unirse en la lucha por transformar este panorama. No podemos mirar para el costado. El Desierto de Atacama es reflejo de una moda y un formato de vida que desgasta al planeta.