El caso que tiene como protagonista a Franco Colapinto es muy particular. El pilarense representa para Argentina ese impulso que a veces se anhela ver en la cima del deporte: talento joven, coraje y la esperanza de ver a un compatriota dejándose escuchar en la fiesta más exigente del automovilismo. En un país que viene celebrando cada avance y que también sintió la ausencia de un piloto en la Fórmula Uno durante años, la presencia de Colapa con las luces brillando sobre su casco es, sin duda, un motivo de orgullo. Pero, como todo fenómeno mediático y deportivo de alto voltaje, la cobertura que viene recibiendo desde su aparición en 2024 genera una especie de debate. ¿Se está blindando al piloto en nombre de la bandera, o estamos ante un periodismo que, por costos de imagen o degradación de la profesión, omite analizar con rigor la realidad de su rendimiento?
Nadie pone en tela de juicio que el regreso de Argentina a la órbita de la Fórmula Uno no es solo una historia de autos al palo, sino de expectativas e, incluso, una cuestión mediática. El periodismo nacional ve en Colapinto un símbolo, una promesa que necesita ser protegida ante la crítica para no perder su impacto. Sobre todo en este tiempo, donde las métricas de las redes sociales mandan o parecen ser más importantes que frenar y analizar de manera razonal más que pasional.
Las métricas entre vueltas y vueltas señalan que la temporada de Colapinto viene estando marcada por la irregularidad y por desafíos propios del aprendizaje en la élite. A eso hay que sumarle que Franco tuvo cambios de entorno técnico y, en ocasiones, decisiones estratégicas que no siempre rindieron sus frutos.
Claro que la narrativa que fluye tras cada competencia emerge en muchos medios argentinos. Se hace eje en el orgullo y la acción que atraviesa este joven piloto en un deporte con un foco mediático internacional extremo. Esa mezcla entre admiración nacional y presión que realmente hay por parte de los sponsor y de Alpine puede transformar la percepción pública en una lupa que magnifica errores y minimizan ciertos avances, si es que lo hay realmente debido a que los resultados en pista marcan otra realidad.
La otra cara de la moneda: rendimiento y análisis
La Fórmula Uno exige un rendimiento sostenido. Un balance entre velocidad, gestión de neumáticos y estrategia de carrera. No hace falta ser un ingeniero o un especialista en esta materia. Todo fierrero sabe eso.
En escenarios donde el auto no entrega una base competitiva, incluso los pilotos con talento se ven obligados a extraer el máximo de un mínimo. Y, a veces, ese esfuerzo no se ve reflejado en resultados inmediatos. Ejemplos hay, y no solo en las imágenes de Lando Norris, Max Emilian Verstappen o Lewis Carl Davidson Hamilton.
Cada carrera que pasa ofrece datos valiosos. En especial para Colapinto. El joven sabe que llegar a la F1 amerita y exige un progreso tangible carrera tras carrera. El razonable e inevitable mirar antecedentes de jóvenes promesas que debutaron con obstáculos y evolucionaron a través de temporadas de crecimiento.
Pero en la caso de Franco, el periodismo nacional parece estar transitando sobre el límite del análisis entre distinguir “falla de rendimiento” y “falla de aprendizaje. Al menos eso se percibe en la cobertura mediática que destaca el orgullo patriótico pero la mayoría evita mirar el espejo crítico.
Y es acá donde es inevitable hacer una comparación con el rugby, y el entonces cansador relato de derrotas “dignas” que cubría cada partido. En el mundo de la ovalada, la prensa supo defender con garra la idea de que la entrega y la voluntad son virtudes suficientes para sostener una moral colectiva ante cada porrazo.
Pero, volviendo al caso Colapinto, su presencia en la F1 ya es, por sí misma, un hito para el deporte argentino. De eso no hay dudas. Como tampoco que Franco es, en esencia, una bandera en movimiento para Argentina.
No obstante, queda en el gris ese blindaje mediático que envuelve al pilarense. Es loable destacar lo que hace bien en pista. Como también señalar lo que debe mejorar y acompañar a ese joven piloto en su camino, sin perder de vista la realidad de la competencia. Hay que dejar de ver si el compañero sale detrás para asegurar un título para potenciar su imagen o querer justificar una magra posición o abandono. De eso trata también esta historia. De resaltar lo bueno como lo improductivo como en cualquier otra disciplina.
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