Los equipos más representativos de la ciudad se encuentran inmersos en una irregularidad que roza lo espantoso.
No es ninguna novedad describir que el presente de Central y Newell’s es imperfecto por donde se lo mire. Se puede catalogar como algo más que un mero llamado de atención. Los dos transitan por la misma ruta de la marginalidad deportiva. Los clubes más populares de la ciudad están teniendo una temporada que roza la delgada línea de la pobreza desde lo futbolístico. No solamente por la actualidad que conjugan sino porque no avizoran un futuro esperanzador.
Es imperativo que ambas instituciones replanteen sus estrategias, implementen un serio proyecto colectivo y se centren en construir planteles competitivos en un futuro cercano. Sobre todo porque la historia que los envuelve es rica.
No obstante, en la actualidad enfrentan una encrucijada. Están llenos de sombras. No hace falta ser un experto para certificar que los dos planteles no están armados a la exigencia de la competencia que amerita para ser protagonista.
Central y Newell’s vienen ratificando una política errónea a la hora de contratar jugadores. La escala de responsabilidad alcanza a todos los niveles. No en vano los presidentes Ignacio Astore y Gonzalo Belloso terminaron recurriendo a Ricardo Lunari y a Matías Lequi para que tomaran el timón del primer equipo ante la salida tormentosa de Sebastián Méndez y el portazo inesperado de Miguel Russo.
En el próximo mercado deberán actuar con decisión y visión, o arriesgarse a convertirse en ecos de lo que alguna vez brillaron en el fútbol argentino. Aunque también podrían ser alcanzados por las esquirlas de la pasión popular.
Lo concreto es que entre presentación y presentación la llama de la esperanza se apaga y recrudece la impotencia en los hinchas. A los dirigentes los salva por el momento que AFA puso en modo avión a último momento los descensos. Pero jugando así, ni soñar en una incursión copera internacional en la próxima campaña.
Cae de maduro que la situación de Central y Newell’s es un claro reflejo de la falta de rumbo. Ambos vienen cosechando resultados decepcionantes, acumulando frustraciones que van más allá de un par de fechas negativas.
El problema radica en que no solo se están enfrentando a un ciclo difícil, sino que no logran avizorar un futuro esperanzador. A juzgar por lo que se ve en cancha, cada plantel está lejos de estar armado con la calidad y el nivel competitivo que todos esperaban.
Un aspecto crítico que subyace en esta crisis es la política de contratación de jugadores. Las decisiones tomadas en las oficinas de ambos clubes parecen carecer de una visión a largo plazo. La llegada de refuerzos que no son y la falta de directores deportivos efectivos contribuyeron también a una producción futbolística que no satisface ni de cerca a los hinchas.
Hay que destacar que la escala de responsabilidades se extiende a todos los niveles. Desde los cuerpos técnicos hasta los directivos, cada actor involucrado en la gestión de los clubes debe asumir su cuota de responsabilidad por la actual situación.
También es crítica la falta de comunicación, la incoherencia en las estrategias y la incapacidad para reaccionar ante el contexto adverso colaboran para que la llama de la ilusión se extinga cada vez más.
A ese combo hay que sumarle que para los hinchas, el sufrimiento también se vuelve insostenible. El descontento crece a medida que se apaga el anhelo de conquistar algo significativo en la temporada.
Central y Newell’s están atrapados en una espiral de impotencia, donde las aspiraciones se limitan a la mera supervivencia en la máxima categoría del fútbol argentino. La perspectiva de una incursión copera internacional se hace cada vez más lejana. Ambos clubes se ven relegados a un papel secundario en el contexto deportivo. Los dos se están erigiendo en equipos con más pena que gloria.
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