Los alimentos ultraprocesados son productos industriales que han sido sometidos
a múltiples procesos de transformación y contienen ingredientes que no se
encuentran habitualmente en una cocina doméstica, como aditivos, conservantes,
colorantes, saborizantes y emulsificantes. Estos alimentos suelen tener una larga
vida útil, ser atractivos visualmente y estar diseñados para ser convenientes y
agradables al gusto.
Estamos inmersos en una nueva era de la inmediatez, en la cual la rapidez ha
reemplazado la calidad, no solo en lo que comemos, sino también en cómo vivimos
y nos relacionamos. Ya no compartimos la mesa, comemos sin pensar, cada uno
frente a su pantalla. Vivimos corriendo, como si detenernos fuera un lujo que no
podemos permitirnos.
Estos alimentos parecen hechos a medida del ritmo vertiginoso que define
nuestros días. Se ajustan a esa necesidad de inmediatez que nos han inculcado, y
asumimos como normal. Pero en esa aparente comodidad, estamos pagando un
precio alto: nos alejamos de la alimentación consciente, deterioramos nuestra
salud y debilitamos espacios sociales tan esenciales como compartir una comida
con otros.
Según datos de la Organización Panamericana de la Salud, las ventas de alimentos
y bebidas ultra procesadas han crecido exponencialmente en las últimas décadas.
Este aumento no es casual: está fuertemente impulsado por estrategias de
publicidad y marketing que moldean nuestros hábitos de consumo desde edades
tempranas. Así, se nos vende rapidez, conveniencia y sabor, mientras se ocultan
los efectos nocivos para la salud. En este contexto, comer deja de ser un acto
social y consciente, y se convierte en una respuesta automática a un sistema que
prioriza el consumo por encima del bienestar. ¿Y por qué es tan importante este
tema? ¿Por qué deberíamos considerar los alimentos ultraprocesados como un
problema de salud pública y no solo como una elección personal?
Porque su consumo excesivo representa varios riesgos para la salud, tanto a corto
como a largo plazo. Estos alimentos, que incluyen productos como comida rápida,
snacks, gaseosas y jugos, cereales azucarados, golosinas, aderezos entre otros,
suelen ser ricos en calorías vacías, grasas trans, azúcares añadidos y sodio.
Algunos de los principales riesgos asociados son:
● Aumento de peso y obesidad, ya que son altamente calóricos y suelen
carecer de fibra y nutrientes esenciales.
● Enfermedades cardiovasculares, por su alto contenido en grasas trans y
sodio, que puede aumentar el riesgo de padecer colesterol alto, hipertensión
arterial, y en consecuencia aumentar la probabilidad de infarto agudo de
miocardio y accidente cerebrovascular.
● Diabetes tipo 2, ya que son ricos en azúcares refinados y carbohidratos
simples, pudiendo asociarse a aumento persistente de la glucosa en sangre
y resistencia a la insulina.
● Problemas digestivos, ya que la ausencia de fibra en los mismos predispone
a estreñimiento, inflamación y desequilibrio en la flora intestinal.
● Mayor riesgo de cáncer, por el alto contenido de compuestos químicos,
aditivos y el bajo contenido de nutrientes protectores.
● Desnutrición, ya que a pesar de su alta densidad calórica, suelen ser pobres
en vitaminas, minerales, y otros nutrientes esenciales, lo que puede llevar
a deficiencias nutricionales.
● Trastornos de salud mental: existe una relación entre ultraprocesados y la
predisposición a depresión y ansiedad, probablemente por su interferencia
e impacto en los sistemas de recompensa en el sistema nervioso central.
¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra alimentación?
Leer las etiquetas, si hay muchos ingredientes que no conoces probablemente es
un ultra procesado.
Cocinar más en casa, te permite controlar los ingredientes y reducir aditivos.
Volver a la carnicería, la pescadería, la verdulería, para elegir alimentos reales y
no productos
Te dejo unos tips para armar un plato saludable:
La mitad del plato debe tener verduras. Muchísimo mejor si son de todos los
colores, pueden ser crudas o cocidas. (mezclando colores garantizamos más
vitaminas y minerales)
Un cuarto del plato: Proteínas saludables
Opciones animales: pescado, pollo sin piel, huevos, cortes magros de carne.
Opciones vegetales: legumbres (lentejas, garbanzos, porotos), tofu, frutos secos.
Un cuarto del plato: Cereales integrales
Arroz integral, quinoa, avena, maíz, pan o pastas integrales, mejor si son enteros,
ya que conservan más fibra y nutrientes.
Grasas saludables (en pequeñas cantidades)
Usar aceites vegetales como el de oliva o girasol.
Incluir frutos secos o semillas (chía, lino, sésamo) de forma moderada. ¡Y no
olvidemos las frutas! Idealmente frescas y enteras, eso mantiene la fibra,
complejiza la digestión y las hace mucho más nutritivas. Las podes sumar en
cualquier momento del día.
Como comunidad, tenemos el poder de tomar decisiones más conscientes sobre
lo que ponemos en nuestros platos. Reducir el consumo de alimentos
ultraprocesados no significa renunciar al sabor o al disfrute, sino apostar por una
alimentación más natural, equilibrada y saludable. Al elegir productos frescos y
preparar más comidas en casa, no solo cuidamos nuestra salud, sino también la
de nuestras familias y futuras generaciones. Cada pequeño cambio cuenta, y
juntos podemos construir un entorno donde lo saludable sea también lo accesible
y cotidiano.